Posicionar un sitio web profesional en internet, es decir, aplicarle técnicas de posicionamiento SEO, no es sencillo. Las personas que tienden a pensar que lo es no suelen tener conocimientos teóricos básicos de marketing digital, puesto que, de tenerlos, sabrían que el SEO va más allá introducir palabras clave en un texto.
¿Qué palabras clave deben introducirse? ¿Cómo debe ser el contenido? ¿En qué medios debe aparecer? ¿En qué día, fecha y hora tendría que publicarse? Todas esas preguntas no solo son importantes, sino vitales, ya que podríamos experimentar pérdidas económicas si no sabemos hacer bien la labor de posicionamiento.
En realidad, el SEO, a diferencia del SEM o el marketing de buscadores, es gratuito, ya que se trata de una técnica de marketing orgánica. Es decir, una vez ideados los contenidos e introducidas las palabras clave que hemos estudiado y decidido según el tipo de empresa y el tipo de público ideal, lo único que tenemos que hacer es publicar y luego Google se ocupará del resto.
Dicho de otro modo, el algoritmo del buscador detecta esas keywords y, en función de la relevancia de las mismas, situará el sitio web en una posición determinada. El objetivo, claro está, es que Google lo sitúe lo más arriba posible de los resultados de búsqueda de los usuarios.
¿Cuáles son los riesgos económicos de aplicar mal el SEO, entonces? En esencia son riesgos indirectos. El SEO es la técnica de marketing en internet por excelencia porque es la que concede visibilidad a un sitio web y, por extensión, la que genera un aumento exponencial del tráfico web.
Ese tráfico web de usuarios atraviesa un embudo de conversión que desemboca en un porcentaje relativamente pequeño de clientes fidelizados, es decir, usuarios que han sido convencidos por la web y han llegado hasta el final, realizando una transacción.
Si el SEO no se aplica bien y no hay visibilidad, no habrá aumento del tráfico y por tanto no habrá posibilidad de ventas, así que no habrá retorno de la inversión realizada en la empresa. Esa es la pérdida económica que hay que evitar.